Pedro Franco: Quiero hacer un teatro que sea útil

Por Mery Delgado

Con la confesión de «hacer un teatro que sea útil», el joven director matancero Pedro Franco reconoce la impronta lograda con el Café-teatro Cuban Coffee by Portazo´s Cooperative en el patio de la Asociación Hermanos Saíz, donde radica su sede.

Sus expectativas han sido superadas y con ese éxito de público de esta cuarta propuesta que lidera, llegará a la Sala Tito Junco del habanero Complejo Cultural Bertolt Brecht a partir de 11 de julio.

¿Cómo describirías la acogida de público en Matanzas?

Como la investigación que esperábamos, era eso, una muestra. De hecho el espectáculo tiene una corta vida en su primera temporada, hasta el 25 de julio solamente.

Era ver qué podíamos hacer con eso, cuáles eran los balances que arrojaba para crear una estrategia, como especie de formula, de esa investigación sobre la cultura aplicada a un mecanismo de consumo.

Nos ha ido muy bien, un fenómeno de público en la ciudad que no está acostumbrada a hacer más de una docena de funciones en temporadas. Ya aguanté la 17 a espacio repleto.

Menos aun está acostumbrada Matanzas al mecanismo de reserva, de ir los lunes y reservar para el fin de semana, y a que el lunes en la tarde estuviese todo vendido.

El público lo ha recibido muy bien, porque no es solo la obra de teatro que va a ver, sino un espacio de consumo y de recreación.

Una cooperativa en función del arte es algo novedoso y actual para los tiempos que corren en Cuba. ¿Qué experiencias obtuviste?

El arte termina en consumo, así yo lo entiendo. Y el consumo es un modelo de intervención, a la dinámica que uno tenía pensado para el propio espectáculo. Por lo tanto todos los días es un espectáculo diferente. ¿Por qué? Porque todos los días es un público diferente.

El pueblo asistiendo a la representación teatral, a la dinámica cabaret, un género que está en decadencia, que está en desuso, que de pronto está marginado, y de pronto aquí encuentra como una nueva vitalidad, y se agradece.

De lo que estaba inicialmente en mi cabeza, que era un espectáculo pequeño con seis actores, en un garaje, una especie de café teatro, de pronto ha terminado siendo un cabaret que tendrá 35 funciones en su primera temporada, donde está pasando literalmente el pueblo de Matanzas.

La gente lo graba, lo circula mucho en las redes sociales, se pasan los videos de los transformistas, las coreografías. Es un bar, y un público repitente, que eso también es importante.

Este debe haber sido un proceso creativo irregular. ¿Cuáles fueron las estrategias que te trazaste?

Fue caótico hacia el interior del proceso. Viene de unos talleres con Sergio Blanco: Deconstrucción y construcción del monologo; y, de Alberto Villareal: Fenomenología teatral.

Blanco plantea que había que crear procedimientos de irresolución escénica. No solo aplicado al gremio actores, si no aplicado al gremio dramaturgos, técnicos, e incluso la propia dirección.

Por ejemplo, a esta altura, el espectáculo no tiene todavía un texto, no tiene un guión impreso, aún no está ese documento.

Yo encargué a Roberto Viñas un texto para Sarahí de Armas con determinados ejes temáticos en una cuartilla. También le pedí a Alessandra Santiesteban, Israel Domínguez y a María Laura Germán, quien tenía la solicitud mía de escribir en versos una serie de palabras que yo le di.

Y también hay de Charles Bukowski, Rogelio Orizondo, Bertolt Brecht. Todo ese enlace es una osadía de mi parte que viene a partir de la dramaturgia de la puesta en escena.

A veces debía escribir un párrafo que enlazara con otro, ayudado por María Laura, que es dramaturga; intentando equilibrar los estilos, respetar la armonía de los bloques.

Pero aunque caótico, fue un proceso «súper rico», porque era como una especie de «scrable», ver que funcionaba con cada texto y variar. Nosotros nos pasamos un mes para montar la primera coreografía: Medio peso, y dos días para montar el tercer bloque entero. En total fueron seis meses.

El espectador juega un papel importante en la interactividad de tus actores. ¿Cómo ha sido esa relación?

Mis actores prefieren al público común y corriente, al que entienden como pueblo. La palabra pueblo se está usando mucho en El Portazo y eso me encanta.

Cuando miran por las hendijas dicen: «Afuera está el pueblo», que es diferente a decir: «Está el público».

Es el espectáculo que más bonita experiencia me ha traído con la relación espectador –escena.

Gente que nos han dicho que son más cubanos después de ver el espectáculo, personas que han dicho que no se quieren ir, otros que dicen que los ha tocado.

Es muy fuerte lo que esta pasando, y el actor lo vive precisamente por esa estructura que tiene de relación directa. Pueblo que de verdad agradece cada función.

Y que el pueblo agradezca te despoja de toda vanidad y te sientes útil, que es un precepto martiano que yo particularmente siempre he seguido: «Ser útil».

Yo quiero hacer un teatro que sea útil, y si es un teatro para que el espectador se sienta más cubano, mejor. No sé si va a modificar o no su accionar, pero en algún momento la conducta de ese espectador se modificó y ya eso es una utilidad.

Yo estoy asustado del consenso y si bien encuentro aquí un camino que puede abrir una línea comercial del grupo, una palabra a la que no le huyo, para nada; la integro que es diferente.

Sí me pregunto qué pasará después, porque se ha hecho catarsis con el espectáculo.

¿A quiénes está dedicado este espectáculo?

El espectáculo está dedicado a mi abuela y a seis directores que son de pronto personas que me han marcado.

A mi abuela porque me dio todo el material para estudiar. Yo le dije que quería hacer un espectáculo que hablara de la resistencia del pueblo cubano, que empezara desde el gesto; el propio gesto de armar un negocio es un acto de resistencia y supervivencia.

Ella fue sindicalista durante 18 años y le dije: «háblame de la clase obrera». Entonces me dio 32 libros, desde historia de Cuba hasta lo que no puedes imaginar, y me propuso: «Léete esto, ahí está todo lo que necesitas».
Entonces todo el background, de unir lo histórico con la ficción, viene de ahí.

Luego está Carlos Celdrán, de quien todo el mundo sabe que soy un seguidor de todo su trabajo, y lo considero mi maestro.

También Carlos Díaz, que nos conocimos recientemente, y no ha podido ver nuestro trabajo. Este espectáculo, sobre todo, es un homenaje y una cita a su obra, es una interpretación muy personal de lo que yo veo en su trabajo.

Sergio Blanco y Alberto Villarreal me dieron dos talleres en 2014 que fueron medulares para la construcción de esto. Son referentes obligados, jóvenes a quienes sigo en su quehacer.

Igual, Rubén Darío Salazar por su gestión, porque es vecino, por su preciosismo y su estética particular.

Y Ernesto Ruenes, quien fue mi profesor de actuación. Yo organizo el trabajo de El Portazo como él organizaba esa aula cuando me dio clases. Por el sistema de trabajo, la relación que establece con los técnicos, con los actores, por los lenguajes que domina en el proceso creativo, en la dinámica de grupo.

Es como un espejo. A veces me pongo en su lugar y digo: ¿qué haría Ernesto si estuviera ante esta situación?-Esos son los referentes.

¿En qué género lo ubicarías?

Es una gran ficción. A veces nos demandan mucho que sea un cabaret tal cual, y yo siempre respondo que uno no se debe equivocar de género.

Uno puede jugar con los géneros, rozar con ellos, pero siempre es un grupo de teatro construyendo una ficción de cabaret.

Utilizando una estructura ajena, como lo hicimos con Semen y el audiovisual, poniéndola sobre la escena.

Aquí en este caso es el cabaret, pasando por el café –teatro, es un juego con el género. Y cuando tú creas ese pacto de fe entre el espectáculo y la platea, el público cree que está en un cabaret, y eso es beneficioso que ocurra porque la convención está funcionando.

¿Cuál es el mensaje que pretendes dejarle al público?

Cuba va. Mi último número cierra en Cuba va, y depende de nosotros como vaya. Yo le decía a mi director asistente que si no nos sale bien, que por lo menos nos registren el gesto, y el gesto es Cuba va.

Esto es: vamos a movernos diferente para salvar esto, para modificar esto, porque nos toca. Esta es nuestra Sierra, así lo entiendo yo.

Yo soy martiano, fidelista, un joven creador revolucionario, y es lo que me toca hacer en mi tiempo, es lo que yo considero útil. Si me equivoco, guíenme y ya entenderé.

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